Como siempre llevado por lo que es el devenir de la existencia o lo que es lo mismo, porque no he tenido tiempo, llevaba ya unos cuantos posts sin siquiera comentar nada sobre el mundo de los videojuegos. A fin de cuentas este blog lo recontinué simplemente para poder expresar mis auténticas opiniones personales sobre los juegos que jugaba, sin tener que pasarlas por el filtro de que quiere la gente o como estamos con la compañía XXX. Así que si todo hubiese ido bien hoy estaría comentando que me ha parecido el GTA: San Andreas, pero la lectura de cierto post al mundo (no se puede considerar un blog a un único post) y el haber tenido que comentar ayer el FIFA 2005 de Gamecube me han hecho cambiar de tema.
Primero y para ir estableciendo por donde van a ir los tiros recomiendo la lectura del post al que hacía referencia. Para los vagos o los que no entiendan la lengua de los hijos de la gran bretaña os hago un resumen esquemático. La esposa de un trabajador de EA cuenta como su marido empezó trabajando en un juego para ellos y al principio tenía una jornada «normal» (6 días – 8 horas), después con la escusa de evitar un posible retraso final decidieron que acelerarían (6 días – 12 horas) el proyecto durante un tiempo y luego volverían al horario normal. Pasaron los meses y la vuelta al horario normal no se produjo, si no que la cosa paso a convertirse en 12 horas todos los días de la semana, sin días libres ni compensación alguna. Así hasta que terminó el proyecto.
Yo nunca he tenido un aprecio especial por EA, es algo que reconozco abiertamente, pero siempre he intentado ser objetivo con ellos (aun así la compra de Maxis y su utilización mercantilista es algo que NUNCA les perdonaré). Como dije antes ayer acabé de analizar el FIFA y las conclusiones han sido claras: la misma mierda pero sin una sola novedad decente. Después de leer sobre sus medios de producción lo que me parece increíble es que ningún programador haya metido alguna pantalla en la que ponga «mi jefe es un hijo de puta». La explotación de los trabajadores en el mercado de las nuevas tecnologías es brutal y es una realidad a la que nadie quiere poner freno. Los factores son variados y es difícil ponerles remedio, pero no imposible.
Primero, las NT (abrevio porque soy un vago) se nutren de jóvenes que van a comerse el mundo. Todo el mundo va a programar el juego definitivo, el Güindous-Killer o el navegador que te hace café mientras se carga la página. Es fácil para cualquier empresa dorarles la píldora y hacerles vivir de promesas y esperanzas hasta que vean la realidad. La realidad es que han desperdiciado los mejores años de su vida «aprendiendo y formándose» en una empresa que solo les ha chupado la sangre hasta que por sus venas solo corre una espesa mezcla de cafeína y bilis.
Pero cuando se aprende la lección no es mejor, uno se convierte en un resentido, un descreído, alguien a quien todo se la pela. El resultado es claro, o envía todo aparato tecnológico en un kilómetro a la redonda a tomar por culo y se hace monje eremita, o se transforma en un ser arisco con el lema de «salvese quien pueda» tatuado en la frente para recordar cada mañana que no cobra lo suficiente como para dejar una gota de sudor sobre el teclado. Claro, muchos pensarán que todo esto es normal, que otras opciones no hay, pero pensadlo ¿porque no defender tus derechos?
Cuando veo a los obreros de astilleros salir a las calles y bloquear una ciudad entera por sus huevos se me cae la cara de vergüenza al pensar que ningún informático de este u otro país sería capaz de eso. Y aun sabiendo que sin astilleros seguiremos igual, pero sin informática no hay país industrializado que sobreviva hoy en día. Todas las empresas saben que la sangre de unos críos, por mucho empeño que pongan y horas que se tiren, no sustituye la experiencia de los que llevan años trabajando, pero también saben que los viejos del lugar no van a mover ni un dedo. Falta unión, faltan ganas, las empresas no pueden vivir sin trabajadores pero nosotros les hacemos el juego y las dejamos que nos exploten. No hay que ir pensando en que «necesitamos el trabajo» o «es que en todos los lados es así», si no en si queremos vivir esa vida de esclavo. ¿Qué me importa pagar una hipoteca o comprar un coche si nunca voy a poder disfrutarlo? ¿Porque será que tanta gente se deja esto antes de los 40?
Es hora de que nos vayamos concienciando de que podemos y tenemos que plantarle cara a esas empresas que se dedican a explotarnos. Puede encantarnos nuestro trabajo y estar dispuestos a hacer horas extras, pero una empresa que nos machaca por sistema no se merece nuestro esfuerzo. Estas no viven del aire y los programas no se hacen solos, el mercado no es lo que rige el mundo por mucho que los liberalistas nos intenten hacer tragar esa mentira, es la gente la que decide que va a pasar. Tal vez sea hora de una nueva revolución, algo que equilibre el juego y les meta miedo a las empresas, algo que les recuerde que no somos un recurso, si no la única razón por la que existen, tanto como trabajadores como consumidores.
Más historias de horror (en inglés) en Slashdot.
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