Llevo dándole vueltas al tema durante demasiado tiempo y creo que me he dedicado a auto-convencerme. Hasta ayer siempre había pensado que los videojuegos tenían un precio, digamos, justo. Es decir, la gran cantidad de horas y recursos invertidos en su creación, así como las horas de diversión que proveen, me habían parecido razón más que suficiente para que estuviesen etiquetados en el rango de los 60 euros. Pero al fin he afrontado mis sentimientos y he comparado mi afición principal con mis aficiones secundarias, con nefastos resultados.
Básicamente: ¿qué me entretiene? Pues literatura, cine, cómics, música y videojuegos (el enorme gasto de «salir por ahí» mejor lo obviamos). Y de estas opciones ¿en qué gasto pasta? En todo menos en música (miento, me compré un disco de Miles Davis el año pasado). ¿Y cuales me ocupan la mayor parte del tiempo? Cómics, libros y cine. ¿Pero no me gustaban los videojuegos? Por supuesto, pero no me los puedo permitir. Bueno, sí puedo, pero no las novedades. ¿Eso me lo digo después de dejarme 80 euros en cómics? Eh… Así es, me dejo casi 100€ en tebeos sin pestañear y no soy capaz de permitirme un Street Fighter IV. Compro 30€ en DVDs que ya he visto pero me veo obligo a rebuscar entre las cestas de saldos del Media Markt para ver qué tienen por menos de 10€. ¿Qué coño pasa?
Pues lo que llevo tiempo sin asumir: que el resto de cosas las disfruto hasta el final y la penalización en caso de no pasarlo bien es mínima. En cambio los videojuegos me piden demasiado dinero, demasiado tiempo y demasiada atención, cosa que no siempre compensa. Pongamos por ejemplo The Maw. El juego es decididamente deficiente (más sobre ello otro día), pero su coste real para mi ha sido mucho menor que el de, pongamos, Castlevania Dawn of Sorrow (último juego por el que recuerdo haber pagado el precio completo) el cual creo que aun no he acabado. Con el primero he podido pasar página, con el segundo sigo frustrado aun habiéndolo disfrutado. ¿Quiere esto decir que me gustan los juegos casual aunque sean menos divertidos? No. Lo que quiere decir es que los precios de un juego nuevo me parecen abusivos si no voy a exprimirlo al 100%.
Tengo DVDs que no he visto, libros que no he leído y juegos que no he jugado, pero los únicos que me remuerden la conciencia son los juegos. Haber pagado 60€ y no encontrar el momento o que no sea lo que quería me reconcome por dentro, lo que me ha obligado a pensar cada compra que hago y superar el mono con decenas de juegos que nunca probaré pero que compré porque «por 10 euros no puede ser tan malo». Por Diox, hagan caso a Gabe Newell y bajen los precios, fomenten la compra por impulso, quiero volver a jugar novedades sin tener que planear una compra como si fuera una hipoteca.
Y si eso lo piensa alguien que QUIERE jugar a los juegos, ¿qué deben pensar aquellos que tan solo quieren probarlo? ¿No sería mejor abrir el mercado? Yo creo que la gente quiere jugar.
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