Llevo como unos tres días en una especie de estado zen alejado del mundanal ruido, exceptuando esos festivales de nochevieja, y reencontrándome con mi yo gamer. Sí, esto queda muy místico, pero decir que uno está haciendo limpieza y jugando sin parar no queda tan bien.
En estos primeros días del año siempre me siento como si fuera millonario: no tengo nada que hacer, puedo dedicarme a la contemplación, recolocar los ordenadores es tan bueno como ordenar alfabéticamente los juegos de Master. El placer de no hacer nada productivo. Y eso estoy haciendo, escribiendo unas lineas por el simple placer de hacerlo, sin ningún objetivo más que dejar pasar este soleado día.
Mañana volveremos con nuestra programación habitual. Espero que para entonces todo el mundo esté menos resacoso.
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