Ah, que bonito es levantarse por la mañana con la melodiosa voz de un amigo proponiendote una excursión campestre de cuatro días para la que no tienes equipo y que solo te costará la maravillosa cifra de 60 euros (equipamiento no incluido) La idea no estaría mal si no fuera porque:
a) Me ha despertado para eso
b) En mi cuenta del banco hay 63
Visto que el día había empezado mal nada mejor que un buen tazón de leche de soja con galletas mientras disfruto de uno de los grandes avances de la vida moderna: la retransmisión de tragedias a nivel mundial en riguroso directo. Hoy ha tocado ver como los chicos del glorioso ejército ruso tomaban un colegio en Beslán tras unos instantes de confusión. Según leo por aquí había 500 rehenes, de los que 200 eran niños. Por lo visto la cosa ha incluido huidas, confusión, carreras, tiroteos y explosiones, pero afortunadamente «casi todos» los niños están vivos. Eso en un videojuego habría supuesto el reiniciar la misión. Que vuelvan a meterse todos dentro que hay que repetir.
Volviendo a mi mundo interno anoche me tocó disfrutar de la primera tormenta otoñal del año. Venía yo de ver Las cronicas de Riddick (no está mal, la pondría con Fortaleza infernal o Starship Troopers). De primero maravilloso espectáculo eléctrico a cargo de los cientos de rayos que veía caer desde la distancia, pero lo mejor fue cuando tuve que acercarme a Valencia. Primero agua, mucha agua, cortinas de agua que habian convertido la A3 en una piscina. Tras unos kilómetros a 50 por hora al fin Valencia, la civilización. Allí las cosas cambiaron, cambió el agua por granizo, la oscuridad por un apagón y los coches semiinvisibles de la autovía por semáforos que no funcionaban. Aun empeoró más al salir de Valencia hacia mi pueblo, donde la carretera comarcal se habia transformado en cauce fluvial, era el momento de transformar el pengo-movil en pengo-hovercraft. Al fin llegué a casa, pero si la próxima estación se presenta así, voy a tener que ir cambiando las ruedas del coche o mejor el coche por una zodiac.
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